Que importantes son las palabras del Lehendakari el otro día al hablar de Contrato Social.
Aunque es cierto que en el siglo XXI se puede hablar de Consenso entre diferentes, por cuestiones ideológicas, de raza, de sexo, de derechos fundamentales, como algo positivo, es decir, se habla de consenso entre iguales que somos todos en derechos como ciudadanos/as a pesar de ser obviamente diferentes… pero en el histórico pensamiento político, consenso ha tenido y tiene otros componentes que pasaré a explicar, en un texto largo, pero interesante que os animo a todos a leer, porque refutará vuestras posiciones, sean a favor o en contra del mismo.
Y es que, en el pensamiento político, con la economía en concreto, hay una gran diferencia entre contrato y consenso. A priori, parecería que el consenso es bueno, sin embargo, el consenso es el invento de los poderosos para mantener su Status Quo con pequeñas dosis de ampliación de derechos y/o democracia al pueblo. Es decir, es un “consenso” entre diferentes (pero la diferencia radica en el poder, la casta o la economía, no en la obviedad de sexo, raza etc), un consenso en definitiva que busca que los diferentes intereses en conflicto, puedan salir beneficiados y ponerse de acuerdo: los poderosos siguen siendo poderosos, a cambio de que los ciudadanos tengan más democracia y más derechos, pero sin que pongan en riesgo los derechos divinos de los poderosos.
Mientras, el contrato social, es un contrato entre iguales, humanista, que coloca a todos en la misma posición, y lo que pretende no es que todos conserven sus intereses intocables o todos salgan beneficiados, sino que todos tengan las mismas oportunidades en condiciones de igualdad. Es decir, iguales oportunidades que los poderosos, es decir, a los poderosos no les ha gustado nunca el contrato, y no es casualidad que algunos que han ostentado el poder durante 30 años, carguen contra el Contrato Social intentando ridiculizarlo.
Y es que sin embargo, el hijo de un currela, es lo que nos propone. Y aquí radica no solo la importancia del lenguaje, sino la importancia del cambio, puesto que el anterior “stableisment”, un nacionalismo dialéctico que miente a sus propios votantes porque los seduce con cuestiones soberanistas que no son más que cantos de sirena de quienes no quieren más que todo siga igual siempre y si tiene que mejorar, nos preocupemos sólo de cómo nos van a dejar gestionar mejor nuestro txiringito (el de los poderosos), cómo conservar el status quo porque siempre han sido el stableisment (económico cuando no se podía hacer política, y que nadie lo niegue, y económico y político con la democracia).
Políticos, hijos de los poderosos, para mantener el poder por medio de un supuesto consenso entre diferentes, unido a una apología del hecho de que somos diferentes para, mientras nos pegamos los unos con los otros, los poderosos siguen en su sitio.
En frente, políticos, hijos de obreros, que de lo que hablan hoy, es que a pesar de pensar diferente, el contrato es entre iguales, porque como ciudadanos, somos iguales.
HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO:
Hobbes: Es el primero que habla de contrato, pero con matices diferentes al gran humanista que fue Rosseau. Para Hobbes, el contrato significaba que cada persona, concede el derecho de autogobernación a una autoridad superior, a condición de que todos hagan lo mismo, con el objetivo de buscar la paz y la seguridad, como elementos de mejor supervivencia. Era una explicación de por qué surge el poder, el Estado.
Locke, el padre del liberalismo, era un radical defensor del consenso. Todas las decisiones, había que tomarlas por mayoría. ¿Pero qué era mayoría? Pero cada estamento votaba en mayoría, y todos los estamentos se tenían que poner de acuerdo (consenso) para poder gobernar. Locke pensaba que los humanos son diferentes, y su diferencia radica en las diferentes cualidades que se traducían en ganancias desiguales. Por la desigualdad económica, surgía el conflicto entre los que menos tienen con los que más tienen. Y para Locke había un derecho que era el más de los fundamentales, el derecho a la propiedad, y había que crear el poder para protegerlo. El poder, se dividía en un legislativo cuyo objetivo era garantizar la vida y la propiedad, un Ejecutivo-Judicial del Gabinete Real, y un tercer poder llamado Federativo, que se encargaba de los Ejércitos y la Diplomacia.
Montesquieu, su máxima era “hacer lo más felices posible a los hombres en el puesto social que se encuentran”. O lo que es lo mismo: perpetuar los privilegios de la nobleza, para lo que había que llegar a consensos por mayoría. Pero para que una Asamblea Nacional democrática no fuese en contra de los poderosos, los poderes tienen que controlarse unos a otros, de manera que propone: un legislativo que co-legisla en dos cámaras, la de los comunes (el pueblo) con el senado (los nobles) cuyas ambas cámaras pueden vetarse, por lo que si quieren legislar algo, tienen que ponerse de acuerdo (resultado de inmovilidad cuando hay conflictos, nada cambia, todo se conserva igual). Un Ejecutivo, el Gabinete Real que tiene veto también. Y un Judicial, con Titulares por un lado, la nueva nobleza, los jueces, y con el jurado, la parte que le toca al pueblo, con capacidad de veto.
Que nadie gobierne contra de nadie, es la máxima del consenso, y eso se consigue cerrando el círculo.
Rousseau dice entonces que el consenso es el engaño de los ricos para mantener sus bienes y privilegios a salvo, y lo que es peor, para consolidar las desigualdades. La libertad según Rousseau, no es seguridad para todos. Libertad es derecho a la autonomía personal y para ello, es necesario que todos gobiernen por igual. La ley, tenía que ser expresión de la voluntad general.
Las desigualdades según Rousseau, provienen de la propiedad privada ilimitada, que crea una sociedad de desiguales que genera dependencia y sumisión (lo contrario que la libertad). La propiedad privada según el autor francés, surge de la hábil usurpación de la tierra, de lo que hicieron un derecho irrevocable.
Pero lejos de ser el primer comunista, Rousseau no propone abolir la propiedad privada, sino que propone adecuarse, educando en valores igualitarios y humanistas, y legislando mediante el contrato social. El contrato social garantizará la libertad de todos en una sociedad de desiguales, porque ofrecerá un Estado igualitario (oportunidades para todos).
En decir, una cosa es la voluntad de la mayoría (que es cuestión de número), y otra cosa es la voluntad general, que es cuestión de justicia. El bien supremo, quiere decirnos al final, no es el Estado (que es un medio, no un fin), ni la raza, ni el sexo, ni la moda, sino que lo es la garantía de derechos y de libertades de todos los ciudadanos.
Un ejemplo para que nos entendamos, es la diferencia entre el Republicanismo Francés de la Revolución, frente al Republicanismo norteamericano tras la guerra de la independencia.
En Estados Unidos, su constitución se basa en el llamado Gobierno Mixto (comunes, senado de nobles, jueces vitalicio para vetar, presidente que veta), pensado únicamente en cómo frenar una posible democracia que reparta el pan, y que pretende ordenar diferentes intereses en conflicto mediante el consenso.
En Francia, se basan en el Contrato Social, la garantía de derechos iguales mediante un contrato, mediante el intervencionismo cuando hace falta, etc.
CONCLUSIONES:
Hoy nos levantamos por un lado con un Lehendakari ofrecimiento un Contrato Social entre iguales. Y enfrente, justo enfrente, hay otros que llevaban 30 años gobernando, más toda la vida en la sombra económica, ridiculizando el contrato, fomentando el disenso porque somos diferentes, no queriendo que nada cambie salvo que beneficie a los poderosos, llamando pastiche, marketin, fotografía, cualquier intento por mejorar las condiciones de vida desde otra perspectiva que no sea la de los poderosos.
Hoy esos ejemplos históricos están aquí. Los podemos ver en figuras como Patxi López por un lado, e Iñigo Urkullu y Egibar por el otro.
El miedo, no tiene nada que ver a españolizarnos, a que destrocemos el pueblo, la cultura milenaria y un largo etcétera. El miedo es a los cambios sociales, a ampliar derechos de los de verdad, de los derechos ciudadanos y no estar erre que erre con los derechos divinos, milenarios, fruto de una Arcadia feliz.
El miedo es a que el gobierno por primera vez ya no lo ostenta la “realeza vasca”, el “partido-Estado”, el stableisment que ha gobernado en la sombra por y para los poderosos desde que existe el poder. El gobierno ahora lo ostentan otros, que mejor o peor, lo que es innegable es que van a generar cambios y eso… los cambios… es lo que peor llevan los que tanto tiempo no sólo han estado en el poder… sino que son los poderosos.
Aunque es cierto que en el siglo XXI se puede hablar de Consenso entre diferentes, por cuestiones ideológicas, de raza, de sexo, de derechos fundamentales, como algo positivo, es decir, se habla de consenso entre iguales que somos todos en derechos como ciudadanos/as a pesar de ser obviamente diferentes… pero en el histórico pensamiento político, consenso ha tenido y tiene otros componentes que pasaré a explicar, en un texto largo, pero interesante que os animo a todos a leer, porque refutará vuestras posiciones, sean a favor o en contra del mismo.
Y es que, en el pensamiento político, con la economía en concreto, hay una gran diferencia entre contrato y consenso. A priori, parecería que el consenso es bueno, sin embargo, el consenso es el invento de los poderosos para mantener su Status Quo con pequeñas dosis de ampliación de derechos y/o democracia al pueblo. Es decir, es un “consenso” entre diferentes (pero la diferencia radica en el poder, la casta o la economía, no en la obviedad de sexo, raza etc), un consenso en definitiva que busca que los diferentes intereses en conflicto, puedan salir beneficiados y ponerse de acuerdo: los poderosos siguen siendo poderosos, a cambio de que los ciudadanos tengan más democracia y más derechos, pero sin que pongan en riesgo los derechos divinos de los poderosos.
Mientras, el contrato social, es un contrato entre iguales, humanista, que coloca a todos en la misma posición, y lo que pretende no es que todos conserven sus intereses intocables o todos salgan beneficiados, sino que todos tengan las mismas oportunidades en condiciones de igualdad. Es decir, iguales oportunidades que los poderosos, es decir, a los poderosos no les ha gustado nunca el contrato, y no es casualidad que algunos que han ostentado el poder durante 30 años, carguen contra el Contrato Social intentando ridiculizarlo.
Y es que sin embargo, el hijo de un currela, es lo que nos propone. Y aquí radica no solo la importancia del lenguaje, sino la importancia del cambio, puesto que el anterior “stableisment”, un nacionalismo dialéctico que miente a sus propios votantes porque los seduce con cuestiones soberanistas que no son más que cantos de sirena de quienes no quieren más que todo siga igual siempre y si tiene que mejorar, nos preocupemos sólo de cómo nos van a dejar gestionar mejor nuestro txiringito (el de los poderosos), cómo conservar el status quo porque siempre han sido el stableisment (económico cuando no se podía hacer política, y que nadie lo niegue, y económico y político con la democracia).
Políticos, hijos de los poderosos, para mantener el poder por medio de un supuesto consenso entre diferentes, unido a una apología del hecho de que somos diferentes para, mientras nos pegamos los unos con los otros, los poderosos siguen en su sitio.
En frente, políticos, hijos de obreros, que de lo que hablan hoy, es que a pesar de pensar diferente, el contrato es entre iguales, porque como ciudadanos, somos iguales.
HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO:
Hobbes: Es el primero que habla de contrato, pero con matices diferentes al gran humanista que fue Rosseau. Para Hobbes, el contrato significaba que cada persona, concede el derecho de autogobernación a una autoridad superior, a condición de que todos hagan lo mismo, con el objetivo de buscar la paz y la seguridad, como elementos de mejor supervivencia. Era una explicación de por qué surge el poder, el Estado.
Locke, el padre del liberalismo, era un radical defensor del consenso. Todas las decisiones, había que tomarlas por mayoría. ¿Pero qué era mayoría? Pero cada estamento votaba en mayoría, y todos los estamentos se tenían que poner de acuerdo (consenso) para poder gobernar. Locke pensaba que los humanos son diferentes, y su diferencia radica en las diferentes cualidades que se traducían en ganancias desiguales. Por la desigualdad económica, surgía el conflicto entre los que menos tienen con los que más tienen. Y para Locke había un derecho que era el más de los fundamentales, el derecho a la propiedad, y había que crear el poder para protegerlo. El poder, se dividía en un legislativo cuyo objetivo era garantizar la vida y la propiedad, un Ejecutivo-Judicial del Gabinete Real, y un tercer poder llamado Federativo, que se encargaba de los Ejércitos y la Diplomacia.
Montesquieu, su máxima era “hacer lo más felices posible a los hombres en el puesto social que se encuentran”. O lo que es lo mismo: perpetuar los privilegios de la nobleza, para lo que había que llegar a consensos por mayoría. Pero para que una Asamblea Nacional democrática no fuese en contra de los poderosos, los poderes tienen que controlarse unos a otros, de manera que propone: un legislativo que co-legisla en dos cámaras, la de los comunes (el pueblo) con el senado (los nobles) cuyas ambas cámaras pueden vetarse, por lo que si quieren legislar algo, tienen que ponerse de acuerdo (resultado de inmovilidad cuando hay conflictos, nada cambia, todo se conserva igual). Un Ejecutivo, el Gabinete Real que tiene veto también. Y un Judicial, con Titulares por un lado, la nueva nobleza, los jueces, y con el jurado, la parte que le toca al pueblo, con capacidad de veto.
Que nadie gobierne contra de nadie, es la máxima del consenso, y eso se consigue cerrando el círculo.
Rousseau dice entonces que el consenso es el engaño de los ricos para mantener sus bienes y privilegios a salvo, y lo que es peor, para consolidar las desigualdades. La libertad según Rousseau, no es seguridad para todos. Libertad es derecho a la autonomía personal y para ello, es necesario que todos gobiernen por igual. La ley, tenía que ser expresión de la voluntad general.
Las desigualdades según Rousseau, provienen de la propiedad privada ilimitada, que crea una sociedad de desiguales que genera dependencia y sumisión (lo contrario que la libertad). La propiedad privada según el autor francés, surge de la hábil usurpación de la tierra, de lo que hicieron un derecho irrevocable.
Pero lejos de ser el primer comunista, Rousseau no propone abolir la propiedad privada, sino que propone adecuarse, educando en valores igualitarios y humanistas, y legislando mediante el contrato social. El contrato social garantizará la libertad de todos en una sociedad de desiguales, porque ofrecerá un Estado igualitario (oportunidades para todos).
En decir, una cosa es la voluntad de la mayoría (que es cuestión de número), y otra cosa es la voluntad general, que es cuestión de justicia. El bien supremo, quiere decirnos al final, no es el Estado (que es un medio, no un fin), ni la raza, ni el sexo, ni la moda, sino que lo es la garantía de derechos y de libertades de todos los ciudadanos.
Un ejemplo para que nos entendamos, es la diferencia entre el Republicanismo Francés de la Revolución, frente al Republicanismo norteamericano tras la guerra de la independencia.
En Estados Unidos, su constitución se basa en el llamado Gobierno Mixto (comunes, senado de nobles, jueces vitalicio para vetar, presidente que veta), pensado únicamente en cómo frenar una posible democracia que reparta el pan, y que pretende ordenar diferentes intereses en conflicto mediante el consenso.
En Francia, se basan en el Contrato Social, la garantía de derechos iguales mediante un contrato, mediante el intervencionismo cuando hace falta, etc.
CONCLUSIONES:
Hoy nos levantamos por un lado con un Lehendakari ofrecimiento un Contrato Social entre iguales. Y enfrente, justo enfrente, hay otros que llevaban 30 años gobernando, más toda la vida en la sombra económica, ridiculizando el contrato, fomentando el disenso porque somos diferentes, no queriendo que nada cambie salvo que beneficie a los poderosos, llamando pastiche, marketin, fotografía, cualquier intento por mejorar las condiciones de vida desde otra perspectiva que no sea la de los poderosos.
Hoy esos ejemplos históricos están aquí. Los podemos ver en figuras como Patxi López por un lado, e Iñigo Urkullu y Egibar por el otro.
El miedo, no tiene nada que ver a españolizarnos, a que destrocemos el pueblo, la cultura milenaria y un largo etcétera. El miedo es a los cambios sociales, a ampliar derechos de los de verdad, de los derechos ciudadanos y no estar erre que erre con los derechos divinos, milenarios, fruto de una Arcadia feliz.
El miedo es a que el gobierno por primera vez ya no lo ostenta la “realeza vasca”, el “partido-Estado”, el stableisment que ha gobernado en la sombra por y para los poderosos desde que existe el poder. El gobierno ahora lo ostentan otros, que mejor o peor, lo que es innegable es que van a generar cambios y eso… los cambios… es lo que peor llevan los que tanto tiempo no sólo han estado en el poder… sino que son los poderosos.
2 comentarios:
No es por buscar tres pies al gato, pero el contenido de los contratos se establecen por consensos y acuerdos, mediante un diálogo en igualdad de condiciones. Lo mismo ocurre con el famoso contrato social.
Como digo al principio, ahora se usa la palabra consenso para hablar tambien en igualdad de condiciones, pero la tiene que haber.
Pero haciendo un recorrido historico, ahi estan las diferencias entre una cosa y otra ;) sobre todo con el concepto economico e incluso con el concepto de pais. La comparacion es rebuscada pero claro, para eso es mi blog :P
Tambien se usa con mucha asiduidad, la palabra patriota y nacionalista como si fuesen lo mismo, cuando son dos conceptos absolutamente diferentes, aunque con raices parecidas (como cristianismo y catolicismo, igual igual).
un saludo.
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