Brutal descripción de una realidad:
Te crees el amo del mundo. Quieres ser alguien y alquilarás tu vida a esa idea. No te preguntas qué quieres hacer los próximos 30 años para sentirte feliz. Estudiarás cualquier cosa que te permita ser “alguien” en la primera Universidad privada que veas. Tampoco te importa la nota de corte. ¿Derecho? ¿Ciencias Políticas?. Sólo sabes que quieres ganar mucho dinero. Y empezarás con los bolsillos llenos.
Mientras miras la revista de coches que te has comprado para ir abriendo boca, contando los días que te faltan para la edad que necesitas para conducir un coche, te metes en una conversación sobre la crisis que oyes en tu patio, el mismo patio que hace unas horas ocupaban los niños de parvulario. Sabes que ésta es la crisis de los pobres, que tu dinero no está el peligro. Sabes que tu paga semanal es sólo superada por tu acné. Pero te queda bien hacerte el afectado.
“El problema son los moros. Los sudacas. Los negros, los rumanos de mierda. Ellos nos quitan el trabajo. Y nos llenan los hospitales y luego no nos atienden a nosotros” oyes. Te ríes y asientes. Contestas. “Que se vayan ahora, y cuando no haya crisis, ya los llamaremos para que vuelvan y hagan los trabajos que no queremos”. Continúa tu amigo. “Ahora sólo se dedican a atracar y robar, hacen el país más inseguro. Y huelen mal”. A cada palabra te sientes más y más grande. Y vuelves a reírte. Te vas a tu casa en la moto que te regalaron el año pasado.
Ves el mundo como tu tablero de ajedrez, aunque no conoces ni la regla más básica. Y para seguir creciendo, ahora toca crearte tu propia opinión sobre la inmigración. No has oído hablar en tu vida a ningún economista, no tienes ni idea de cómo funciona un país. Pero te dejas llevar. Tú eres fuerte, no te afectan las imágenes que has visto de países pobres en tu televisor de plasma. Para ti eso está muy lejos. No te afecta, sólo es paja que ponen entre la primera y la segunda parte del capítulo de los Simpsons que en el fondo ni entiendes. Tu eres fuerte.
Vas a mear y te miras en el espejo. Te pegas un susto. Ahora tienes el pelo rizado. Eres más moreno. Tus gafas ya no son Calvin Klein. Vas corriendo a tu habitación y ya no hay tele de plasma. En su lugar hay una grieta enorme en la pared. Sales de tu casa corriendo. No entiendes nada. Ya no hay barrio chuli. Esto es lo que tu llamas un barrio de mierda.
Empiezas a correr, calles y más calles. Y ves a tus amigos, corres hacia ellos. Te ven venir. Vas a decirles que eres tú pero no puedes hablar. El primer puñetazo te lo han dado en la garganta y te vas al suelo. Te dan patadas. No lo entiendes. Son tus amigos. Tu eres la misma persona. Pero ahora con el pelo rizado. Ahora más moreno. Y te pegan y se ríen. Decides taparte la cara. No para no verlos, te la tapas para que no te vean llorar. Cuando los golpes acaban te levantas. Nadie te ayuda. La gente sigue caminando y no te miran. Ahora ya no te crees el amo del mundo.
Visto en www.pau.garcia-mila.com
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